¿Cultura de servicio o servicio con cultura?
Cuenta la historia que a inicios del siglo XX, y con la aparición de la OIT - Organización Internacional del Trabajo, ya se comenzaba a mencionar entre los pasadizos y callejones que las empresas debían de tener una pizca de responsabilidad sobre el impacto que estas generaban en una sociedad que, ya por aquel entonces, estaba convulsionada.
Mucha agua ha pasado bajo el puente y con el paso de los años la acuñación de un término tan divertido como es la Responsabilidad Social Empresarial o Corporativa han empujado a los empresarios, y con ellos a todo su equipo de estrategas colaboradores, a tomar un poquitín de conciencia con respecto a estos famosos impactos que generan.
Ya por los años ‘90 la sociedad comenzaba a reclamar, cada vez de manera más airada, el respeto de los derechos humanos así como de aquellos entornos que afectan precisamente a los humanos; pero la responsabilidad real aún no llegaba a niveles que lo pudiesen hacer memorable.
La llegada del nuevo milenio, trajo consigo el establecimiento de los ya no tan famosos Objetivos del Milenio que a razón de menos de un año han sido reformulados como los Objetivos de Desarrollo Sostenible que, de acuerdo a la firma, los países miembros de las Naciones Unidas deben de velar por su cumplimiento y consecuente logro.
Entonces, luego de haber hecho la revisión respectiva, ¿qué estamos haciendo los empresarios por alcanzar estos objetivos? A criterio personal, no mucho. Pero, más trágico aún, ¿qué están haciendo las organizaciones que bajo estos objetivos dicen amparar el trabajo de sus miembros voluntarios o colaboradores?
Por esas cosas del destino, y como suerte del momento, he podido observar que buena parte de las acciones que, dícese alguna vez fueron altruistas, han empezado a tener una tónica más farandulera y menos solidaria. No quiero entrar en detalles sobre estas organizaciones pues, es muy probable, que me termine doliendo el corazón pues de algunas de ellas he formado parte; pero lo cierto es que el altruismo se fue al... desagüe.
La cuota de humildad con la que se debería de trabajar ha sido apabullada y casi extinguida por los flashes y luces de neón que, tintineantes, nos han hecho perder el camino u objetivo que esperábamos alcanzar. No me cabe duda alguna que aún podemos mejorar estas circunstancias de trabajo, pero para eso necesitamos el famoso cambio de chip o de generación; lo que llegue primero.
Por otro lado, en cuanto a las empresas refiera, el camino está mucho más lejos aún. Son contadas con los dedos, al menos en Perú, las empresas o corporaciones que asumen su real rol en el trabajo por el famoso Construir un Mundo Mejor; pero claro, saben que esa labor trae como recompensa una cara más bonita para con su público consumidor.
Y por si usted amigo/amiga lector no conoce los ya mencionados objetivos que en abril de este año se reafirmaron, les dejo el recordaris con el enlace donde podrán mayor información: Naciones Unidas - ODS
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